jueves, 16 de febrero de 2012

El painani y la bestia

En la penumbra de la noche, la agitada respiración del painani alternaba con el ritmo del sonido que producían sus pasos al correr sobre las quejumbrosas hojarascas del bosque. Había desviado hace hora y media el rumbo, dejando el trayecto normal del Techialoyan para adentrarse en la selva. Pese a las vicisitudes del viaje, por la mente de Mazatzin solo existía la idea de entregar, a toda costa y de viva voz, la noticia que el tlatoani mexica debía saber. Sin embargo antes de abandonar el camino había notado que algo como una sombra sigilosa lo seguía. Sin detener el paso, había decidido tomar otra senda que le permitiera burlar a su perseguidor, sin embargo los gruñidos y jadeos que escuchaba a distancia no desaparecían. Fue así que subiendo la colina el camino se volvió cada vez más sinuoso y al final tuvo que detener sus pasos. Ahí estaba ese mensaje náhuatl de frente a una gran cascada y tras de sí una bestia al acecho.