miércoles, 7 de julio de 2010

Historia de un crimen candente

Fastidiado por el bochorno de la mañana, el capitán González de la Policía Metropolitana de Zihuatanejo, había retirado su corbata y desabotonado su camisa. Desde las cinco de la mañana, tras una llamada de auxilio de la señora Verduzco, quien dijo haber oído disparos en la casa de junto, acudió con un puñado de agentes policiales al punto señalado, encontrando en aquel cuarto, aparentemente deshabitado, el cadáver de una joven que yacía sobre un viejo y deshilachado sofá. Para las diez horas, el calor de la habitación había colmado con sudor la frente del capitán, quien lucía a todas luces desesperado golpeando sin cesar el piso de la habitación con la suela de su zapato. Mientras tanto, los peritos investigadores deambulaban de un lado a otro recabando todas las pistas y pruebas posibles para dictaminar el crimen.