lunes, 18 de junio de 2012

Entre dos fuegos


Todo era extraño en ese momento, los gritos, el aroma a pólvora…aún continuaban oyéndose el disparar de las armas a lo lejos. Rebeca ni siquiera supo, en ese momento que ocurría…hacía unas horas, se encontraba  en la Plaza de las tres Culturas…exigiendo al gobierno por el respeto a sus  derechos, junto a sus amigos y compañeros de la Universidad… repentinamente  se escuchó algo como un “cuete”, pero más fuerte, que provocó que todos se  estremecieran…fue el instante en que todos se dispersaron,  buscando un lugar donde guarecerse…lo que en inicio parecían juegos pirotécnicos era  sonido de las armas que disparaban y lo hacían contra aquel grupo. Nadie  podía ubicar de donde venían los disparos…no se veía gente con uniforme, entonces ¿quién estaba disparando? Entre el caos Rebeca se separó del grupo, su corazón latía con gran fuerza, y apenas podía respirar…a lo lejos vio que llegaban los tanques…si los militares se estaban presentando en aquel lugar…
En un instante, tal vez, tratando de evitar, lo que ocurría a su alrededor, se transportó a la reunión en donde, hacía unos meses, le presentaron a un joven cadete del  Colegio Militar…él era alto y muy guapo, sus miradas se cruzaron con esa chispa candente que se da entre quienes “se gustan”…recordó que estuvieron charlando y…
Algo golpeó su cuerpo y la trajo de nuevo a la realidad…a sus pies estaba una chica herida…gritó, pero nadie parecía escuchar…sintió como alguien la sujetó con gran fuerza por el brazo…Rebeca pensó que era su fin…cerró los ojos, no quería mirar, pero tenía que hacerlo, vería el rostro de quien acabará con sus 20 años de vida…poco a poco,  los fue abriendo y pudo  identificar el rostro de Pablo, ahora subteniente…

jueves, 16 de febrero de 2012

El painani y la bestia

En la penumbra de la noche, la agitada respiración del painani alternaba con el ritmo del sonido que producían sus pasos al correr sobre las quejumbrosas hojarascas del bosque. Había desviado hace hora y media el rumbo, dejando el trayecto normal del Techialoyan para adentrarse en la selva. Pese a las vicisitudes del viaje, por la mente de Mazatzin solo existía la idea de entregar, a toda costa y de viva voz, la noticia que el tlatoani mexica debía saber. Sin embargo antes de abandonar el camino había notado que algo como una sombra sigilosa lo seguía. Sin detener el paso, había decidido tomar otra senda que le permitiera burlar a su perseguidor, sin embargo los gruñidos y jadeos que escuchaba a distancia no desaparecían. Fue así que subiendo la colina el camino se volvió cada vez más sinuoso y al final tuvo que detener sus pasos. Ahí estaba ese mensaje náhuatl de frente a una gran cascada y tras de sí una bestia al acecho.