domingo, 6 de febrero de 2011

El nahual

Sentado en el escalón de entrada del corredor de la casa, Cirilo Mendoza, descalzo y aún con su ropa de jornalero, miraba con beneplácito la visita del joven doctor recién llegado de la capital, que cumplía desde hace un mes su servicio social en aquel pueblo de calles polvorosas, junto a un río de gran caudal guarecido de frondosos ahuehuetes, que don Abundio Jacinto, al fundarlo sólo 25 años atrás, había bautizado con el nombre de "la tigra", porque cuando llegó al lugar había un ocelote hembra merodeando el lugar.

El doctor Cienfuegos de sólo 25 años de edad, se había convertido, en muy corto tiempo, en un gran amigo de aquel campesino. Al tiempo que abrió la tranca de la entrada, saludó afectuosamente a la madre de Cirilo que encendía el fuego en el patio de la casa bajo el árbol de tamarindo.

Doña Obdulia al escuchar el saludo se incorporó visiblemente contenta para estrechar la mano del recién llegado a quien condujo inmediata y amablemente hasta una silla de madera decorada con figuras de flores que había dispuesto Cirilo para recibirlo esa tarde.

-¿Cómo ha estado el dotorisito?- Preguntó doña Obdulia.

-Muy bien, señora - mientras recibía de parte de la interlocutora una jarra de un café de grano con aroma de canela.

-El doctor prosiguió- ...lo único que me alteró un poco el día de hoy, fue un niño que me llevaron bien alacranado. Pensé que no había sueros, lo bueno que doña Chucha le ha exigido siempre al ayudante municipal que tenga al tiro el dispensario médico, porque de otra manera hubiera sido necesario llevar al chavo hasta Zacatlán para darle el antídoto.

-Ay Madre Santísima- exclamó doña Obdulia con voz matizada de suavidad.

-No lo bueno es que aquí hay doctor, oiga, pero ¿Qué niño era? -Preguntó Cirilo

-A pues, se trata de un chamaquillo de unos señores un poco raros que les dicen...les dicen...

-¡Ah los Pírulos!- dijo doña Obdulia.

-¡Ändele ese pilcate! - dijo el doctor, alzando la voz.

-Jajaja y ¿por qué dice usted que medio raros?- preguntó Cirilo

El doctor hizo una pausa para pensar bien su respuesta mientras daba un sorbo al café de canela.

-Pues no sé, casi no hablan y el señor me miraba como si en realidad yo hubiera tenido la culpa de lo que pasaba. Se le notaba algo enojado. Luego, cuando se fueron doña chucha me contó que dicen en el pueblo que algunas noches les apedrean la casa y que ya salieron a buscar con el ayudante y que nomás no encuentran nada.

-Ah doctor es que usted no sabe...- Dijo Cirilo como dándose tiempo para preparar su relato.

-Esos señores tienen misterio desde hace mucho. Desde su padre ques que fue brujo dice la gente.

Doña Obdulia aprovechó para pasar otro jarrito a Cirilo y poner una galletas de "burritos" en otra silla de tal modo que estuvieran al alcance del doctor. Mientras tanto el jóven Cienfuegos se dispuso a disfrutar el relato.

Cirilo continuó: -Hace muchos años, decía la gente que el padre del Pírulo tenía pacto con el malo... que por las noches era nahual...

-¿Nahual? preguntó el doctor.

Cirilo: si doc, dicen que algunas personas con ayuda del diablo pueden convertirse en cierto animales... dicen que este señor se convertía en un perro negro grandote y que todavía incluso después de muerto se aparece allá por el camino donde le decimos "la huizachera"...